En su contemplación de la naturaleza, el ser humano ha adquirido conocimientos que le ha permitido utilizar las plantas para proteger su salud y sanar sus enfermedades. El uso de plantas como remedio medicinal se remonta a los orígenes de la humanidad. Investigando y experimentando con plantas y hierbas que crecían a su alrededor, el hombre aprendió cuales de ellas resultaban dañinas o beneficiosas en su uso.
El contacto directo con la naturaleza fue la clave para que nuestros ancestros aprendieran por intuición lo que hoy conocemos gracias a las experimentaciones con los medios tecnológicos actuales: Las plantas, gracias a su extraordinario y complejo metabolismo, constituyen un verdadero arsenal terapéutico. Son una fuente de beneficios para nuestra salud, física y mental.
La terapia basada en el uso de plantas ha sido durante siglos el principal, incluso el único recurso, de que disponía el médico. Con el paso del tiempo se han ido perfeccionando los conocimientos y el catálogo de remedios destinados a curar y prevenir males, se ha ido ampliando considerablemente.
Las propiedades medicinales de las plantas aparecen descritas en textos de todas las civilizaciones de la antigüedad. El primer texto escrito sobre plantas medicinales data del año 3000 a. C. en Sumeria.
Según se desprende de los estudios realizados por la Organización Mundial de la Salud (OMS), alrededor del 80% de la población mundial utiliza plantas medicinales para el cuidado de la salud. Parece evidente que, en la actualidad, existe gran interés por la medicina tradicional y, dentro de esta, por la medicina herbaria (la primera medicina que conoció el hombre). Una disciplina que cuenta con estudios científicos para un importante número de plantas medicinales, cuyas conclusiones demuestran su eficacia terapéutica al abordar diferentes problemas de salud. Con el objetivo de saber más sobre lo que la naturaleza nos ofrece para conservar y mejorar nuestra salud en general, hemos solicitado la colaboración de la Dra. Emma Oliva Díez, ginecóloga y gran conocedora de los remedios naturales empleados para el mantenimiento de la salud.
El empleo de ciertas cepas vegetales tiene mucho que aportar a la salud del ser humano. Destacaría su capacidad de nutrir los mecanismos naturales de que dispone el organismo para el adecuado mantenimiento de sus funciones. El papel de las plantas medicinales dentro de nuestra cultura está tan vinculado con la nutrición que, con frecuencia, se termina una comida con una infusión digestiva.
Estas plantas se suelen adquirir en los comercios especializados en alimentación saludable. Muchas personas recurren a su consumo de manera espontánea, pues desean tener un papel activo en el cuidado de su salud, buscando productos naturales elaborados a partir de extractos vegetales para aliviar síntomas generales como el insomnio, el mantenimiento de las defensas, el cuidado de la piel, la eliminación de líquidos, trastornos intestinales o del ciclo femenino, por citar algunos de los más frecuentes.
Es posible y recomendable el empleo de remedios a base de plantas en patologías de todo tipo, también en combinación con medicamentos convencionales. En España se calcula que hasta 11.000 hectáreas están destinadas al cultivo de estas especies, en muchos casos empleando procedimientos ecológicos.
El uso de las plantas medicinales es tan antiguo, como la humanidad. El hombre, observando su entorno y experimentando, fue capaz de comprobar la utilidad de muchas de estas plantas.
En el paso del paleolítico al neolítico y la incorporación de la agricultura, se empiezan a producir plantas medicinales para uso doméstico. Se han encontrado pruebas en todas las civilizaciones antiguas, mesopotámica, egipcia, china, india, precolombina y africana. Según Campbell, los primeros herbarios como tal datarían de los asirios, con un texto hallado escrito en unas tablillas de arcilla datado del año 3000 a. C. Con la cultura egipcia, el uso terapéutico de plantas medicinales incorpora una mayor sistematización de los remedios vegetales.
La Grecia clásica nos ofrece, por su parte, numerosos herbarios. Hipócrates nos recomienda: “que tu alimento sea tu medicina y tu medicina sea tu alimento”. En la Edad Media se continúa el desarrollo de ese saber y destaca la aportación de Arnau de Vilanova, médico y alquimista, quien descubrió el sistema de destilación de las esencias de las plantas.
En el Renacimiento, con la llegada de la imprenta, se favorece la difusión de la terapia con plantas medicinales. Destaca en ese periodo el herbario de Culpepper, quien muestra conocimientos de alquimia, astrología y conocimiento sobre estas especies vegetales.
Ese conocimiento empírico tradicional, se ha ido completando con el estudio científico de las especies gracias al desarrollo de la química y la fisiología durante los últimos siglos. Los procesos de extracción permitieron relacionar la actividad de las plantas con ciertos compuestos en su interior, aunque es sabido que muchos otros son aún desconocidos. Por ello, las escuelas tradicionales prefieren el concepto holístico y reivindican la acción sinérgica de los distintos componentes, sean estos conocidos o no.
El entorno natural es fundamental para el desarrollo del ser vivo: vegetales, animales y seres humanos forman un ecosistema interdependiente. Los vegetales toman del suelo los nutrientes que necesitan, dependen de las especies de alrededor para permitir o dificultar su crecimiento, de los insectos para la polinización… todo refuerza el aspecto de sinergia de que se hablaba antes. El concepto del monocultivo no es tradicional ni por supuesto natural.
¡Naturalmente! Pocos alimentos se consumen crudos, y la elaboración de los productos a base de plantas medicinales debe ser muy cuidadosa. Ha de ser capaz de extraer con sutileza los elementos beneficiosos para la salud y eliminar su parte tóxica, especialmente cuando consideramos que los remedios van a ser administrados a un organismo muchas veces debilitado.
Los conocimientos actuales consienten una garantía en los parámetros bioquímicos, pureza de las cepas, principios activos presentes, conservando la visión tradicional que tenga en cuenta el uso terapéutico empírico, el hábitat, las combinaciones convenientes, la simbiosis en la naturaleza de las distintas especies, etc.
Un remedio de calidad tendrá en cuenta criterios cualitativos, suficientes para la acción nutriente del organismo, y no cuantitativos, que solo servirían para la sobrecarga del sistema. Se utilizan dosis fisiológicas en función de su capacidad de asimilación por el organismo.
Por supuesto, en la naturaleza las especies conviven en un mismo entorno. Esto favorece que haya elementos en común que el hombre puede reconocer… hasta cierto punto, puesto que las líneas evolutivas no son siempre armónicas o compatibles entre sí. Por lo mismo es esencial que en la elaboración del remedio se tengan en cuenta los elementos nutrientes y se desechen aquellos no reconocibles y por esto perjudiciales, que denominamos tóxicos. Vendría a ser lo que ocurre con la digestión: en este proceso se trabaja sobre el alimento para extraer lo que posee valor nutritivo. En la preparación de un remedio destinado a una persona debilitada, enferma, este proceso debe realizarse en laboratorio antes de que se administre al enfermo.
El mantenimiento de nuestras defensas es esencial para preservar la salud. Ello significa que el organismo debe ser capaz de determinar la potencial amenaza de los agentes externos y responder adecuada y proporcionalmente. De igual modo, el sistema inmune también previene las alteraciones celulares internas que pueden representar un problema para nuestra salud. Muchas plantas medicinales tienen la capacidad de nutrir nuestra respuesta defensiva y modular la respuesta. La utilización de plantas medicinales en las preparaciones adecuadas, con las correctas combinaciones y donde se haya eliminado lo residual consentirá su uso en todo tipo de personas y situaciones. Serán útiles en ancianos, niños, embarazadas, puesto que carecen completamente de efectos tóxicos o indeseables. Esto proporciona una gran libertad al terapeuta.
La naturaleza nos ofrece muchas plantas con estas propiedades. Por citar solo unos ejemplos podemos mencionar la cebolla (Allium cepa), que ya nuestros ancestros utilizaban como antibiótico natural con propiedades antiinflamatorias, antialérgicas y antifúngicas. Otra popular cepa sería el agracejo (Berberis vulgaris), ampliamente utilizado para trastornos infecciosos que afectan principalmente al aparato urinario. La echinacea (Echinacea angustifolia) y la uña de gato (Uncaria tomentosa) son otros ejemplos muy conocidos, con propiedades inmunoestimulantes, protectoras frente a infecciones de bacterias, virus y hongos, reparadoras de las mucosas y moduladoras de la respuesta inflamatoria. Todas ellas son beneficiosas, especialmente con la elaboración adecuada, que permita la acción directa sobre el organismo de los elementos beneficiosos habiendo eliminado lo residual que simplemente sobrecarga el organismo.
Efectivamente, un tercio de nuestros conciudadanos recurre a remedios a base de plantas medicinales, y este número está en constante aumento. Debo dar una valoración positiva, en primer lugar, porque consiente al individuo tomar parte activa en el cuidado de su salud y el ciudadano es cada día más consciente de que el futuro es natural: nos sentimos cada vez más implicados en todo lo que ayude a la preservación de la naturaleza y el cuidado de la salud con métodos suaves, nutrientes, no coercitivos. Estos remedios no presentan contraindicaciones ni efectos tóxicos, por lo que desde mi punto de vista pueden ser una óptima primera opción ante cualquier trastorno.
Es más, si se precisa la toma de medicamentos convencionales, no existe incompatibilidad con ninguno de ellos. La polimedicación hace que muchas personas busquen remedios menos agresivos para asociar a los medicamentos que usen habitualmente, se buscan productos más respetuosos con las funciones equilibradoras de nuestro organismo. Este concepto de nutrir los mecanismos orgánicos va a favor de una “medicina de la salud”, ayudando a preservarla y reduciendo la aparición de enfermedades.
Emma Oliva nos recomienda pautas de vida para el cuidado de la salud en general y del sistema inmune en particular
1) El uso habitual de remedios a base de plantas medicinales
2) Mantener una alimentación a base de productos frescos, rica en cítricos
3) La práctica de ejercicio físico al aire libre, buenos baños de sol
4) Descansar suficientemente
Emma Oliva dirige el Policlínic Sitges (Barcelona). Web: policlinicsitges.es
Además de seguir los anteriores consejos, puedes suplementar tu dieta con complementos alimenticios que contribuyen a la protección y el mantenimiento saludable de tu sistema inmunológico.
Laboratorios Heliosar dispone de una amplia selección de productos enfocados específicamente hacia la nutrición, regulación y mantenimiento del sistema inmunológico:
Un producto desarrollado para el cuidado y mantenimiento del sistema defensivo. Entre sus componentes se encuentra hierro, y Vitamina C que contribuyen al funcionamiento normal del sistema inmunitario, así como plantas como Allium cepa, Berberis vulgaris, Echinacea angustifolia, Erica cinerea y Uncaria tomentosa, utilizadas tradicionalmente en la nutrición y mantenimiento del sistema inmunológico.
Complemento formulado a base de plantas como Bellis perennis, Drosera rotundifolia, Eucalyptus globulus, Helianthus annus, Inula helenium, Marrubium vulgare, Myrtus communis, todas ellas han sido utilizadas tradicionalmente por su acción beneficiosa sobre vías respiratorias así como en la modulación de procesos hiperreactivos, acción a la que también contribuye otro de sus componentes, la vitamina B6, que favorece el funcionamiento normal del sistema inmunitario y la formación normal de glóbulos rojos.
IMPORTANTE: Suplementar la dieta con complementos alimenticios NUNCA es sustitutivo de una alimentación variada y saludable.